viernes, 31 de octubre de 2008

Color rojo (Erotismo, sexo, amor: Ana Netrebko)

La comunicación humana perfila muchísimas formas posibles. El código más usual y más pragmático para la interacción social y para que todos podamos entender y entendernos es la lengua. Sin embargo, existen otros muchos códigos que transmiten un mensaje. Entre ellos, uno muy poderoso es la música. Muchos compositores a lo largo de la historia han querido dejar plasmado en papel pautado una idea musical, una intención, un estado de ánimo, un poema sinfónico, una descripción impresionista de un paisaje, un recorrido grisáceo a través de las heridas de una guerra, el brillo de la luna cuando surge del mar, o simplemente, la alegría de la existencia básica. El intérprete musical es el encargado de transformar este código y de hacerlo tangible. Es el comunicador esencial y necesario. Con su instrumento y su presencia desencadena todo el abanico de matices que el compositor creó en su mente.
Las creaciones sinfónicas y orquestales requieren de una gran complejidad armónica y melódica. Esta complejidad de sonidos y de formas crean en el espectador una sensación. Una sensación diferente para cada receptor. Sucede algo parecido con los colores.
Vivimos inmersos en un mundo matizado con colores y texturas, con líneas, formas... Si pensamos en una pradera nuestra mente rápidamente la colorea de verde y le da extensión y profundidad de campo. Si pensamos en sexo o en amor, quizás no todos pensemos en el color rojo, pero nadie pensará en un color amarillo o blanco. A cada sensación física se le atribuye una sensación de color, más cálida, más fría o incluso, más neutra. Pero también sucede lo mismo con un texto o con un sonido. Un texto periodístico o un poema de Neruda bien pueden evocar al negro o al naranja. Claro que sí.
El buen comunicador ha de jugar con la percepción del receptor para crearle una atmósfera colorística. Debe jugar con sus sentimientos y enzarzarlos en nubes abstractas de poca visibilidad, para que, simplemente, el espectador sea un enamorado y un súbdito, un vasallo irrefutable y fiel.
A mí, la soprano rusa Ana Netrebko, ha conseguido hacerme súbdito de su voz y de su presencia. Su mensaje, llega a mi mente de una forma completamente clara y nítida. Y ella, en su totalidad, me evoca al rojo y al blanco. Ana Netrebko se ha hecho un hueco importante en el panorama operístico de los últimos tiempos. Refuta la idea tópica de diva y apuesta por las transpolaciones contemporáneas de las Óperas. Sin más preámbulo os presento a una gran cantante (o una gran comunicadora).

Luis.






1 comentario:

Jose Juan dijo...

No debéis cargar con tantos videos una entrada.