sábado, 1 de noviembre de 2008

Recuerdos: el Potro Italiano

Gracias a Canal 9, he tenido la oportunidad de volver a sentirme como aquel niño que se maravilló al ver por primera vez aquella obra maestra John G. Avildsen escrita por un joven Sylvester Stallone que con una simple idea, un simple mensaje, logró dar la campanada en el año 76 y colocar a Rocky en las favoritas a los Oscar de aquel año, ganando los galardones a la mejor película, mejor director y mejor montaje.

Todos sabemos de que va esta película, o bien porque la hemos visto o bien por que nos la han contado, pero todos la conocemos. Esa música de Bill Conti, la sufrida voz de Stallone, los duros entrenamientos y la mítica subida por las escaleras de Philadelphia ya forman parte de la historia cinematográfica.



Puede que no sea brillante por sus dialogos o por la actuacion de sus actores pero a mí esta película me marcó de tal manera que desde que la vi es una de mis favoritas.

Pero como era de esperar, tuvo que ser destruida por innecesarias secuelas.
Sólo se salva la segunda parte, donde Stallone se sentó en la silla del director para hacer de las suyas. Esta secuela se salva básicamente porque llegó a los pocos años de la primera y la gente quería ver si el Potro Italiano conseguía hacerse con el título de los Pesos Pesados. Cosa que, por supuesto, logra en un violentísimo combate contra el contrincante de la primera parte, Apollo Creed, que tras la humillación sufrida en el anterior film pide una revancha que le sale muy cara.

Hasta aquí todos contentos. No logró innovar tanto como la primera, logicamente, pero todo el mundo salió del cine con una sonrisa en la boca. Pero, claro, ese título de los Pesos Pesados tenía que ser defendido...¡Toma tercera parte!
En absoluto innovadora, repetitiva y con el único aliciente de que el "malo" era Mr. T (el negro de las mil y una cadenas del Equipo A). Defraudó.

Pero Stallone no se dió por vencido, como su personaje, y nos metió a todos un gancho de izquierdas con la cuarta parte. A mi personalmente me gustó, arregló lo acontecido en la tercera, pero no le llegó ni a los talones a las dos primeras.
Cuando parecía que el púgil de Philadelphia había muerto, llegó la gran mierda.
¿Cómo estropear una leyenda? Preguntarle a Stallone.
Rocky V fue, en palabras del polifacético actor, una grave error. Auténtica basura que no gustó ni a los masoquistas que, como yo, vimos todas las películas con la ilusión de volver a sentir lo que sentimos con Rocky I.

Seguramente Stallone tenía remordimientos por esta última pifia, pasaría muchas noches sin dormir, y su mente le torturaría por aquel atentado contra el cine. Aquello no podía quedar así. No señor.

Año 2006. Se estrena Rocky Balboa. Entrado ya en los 60, Stallone se propone pelear un último asalto; seguramente contra sí mismo. Entrenamiento, musiquita y subida de escaleras.


Sorprendentemente la película no fue lamentable. Estaba plagada de reseñas hacia la primera parte, algo que agradó mucho. Nos dejó un buen sabor de boca a casi todos por sus buenas intenciones, sus buenos dialogos (Rocky parece un auténtico filósofo), el papel de Milo Ventimiglia (Heroes) como hijo del boxeador y un pedazo de combate que, a mi gusto, es el mejor de todas las secuelas.
Este post con años de retraso viene dado por que, como he dicho al principio, Canal 9 está reponiendo, todos los martes, la saga completa. Este martes toca la bochornosa Rocky V. No la vean. Y si lo hacen, háganlo con una palangana al lado para vomitar a gusto.

Lo dicho Sylvester. Gracias por regresar con Rocky Balboa, pero ni se tu ocurra volver.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

están bien las pelis, algunas más que otras, pero todas tienen su mensaje que dar. especialmente la I y la VI, aunque la IV como bien dices tiene su mensaje especial, lo importante que es la amistad...

Bueno, si me pongo puedo hacer una tesis aquí, que Rocky ha marcado mucho mi vida jejeje.

Muy buena entrada, si señor.

Anónimo dijo...

Dios como motiva Rocky. Cuando jugaba al fútbol me ponía la canción para salir enchufado al partido.